martes, 1 de septiembre de 2009

La suciedad queda

Lo que nace mentira puede morir verdad a fuerza de repetición. Puede incluso alcanzar un nivel de idealización digno del fanatismo si necesitamos creer en eso. Y qué peligro cuando esa verdad se suelta en la televisión abierta, cuando hay millones de chicos mirando cinco minutos más, te juro, y me voy a bañar.

Con la solidez de lo simple, hace un par de años, Unilever eligió para su marca de jabón Ala el concepto "Ensuciarse hace bien". Sobre esa afirmación, lanzó una campaña apoyada en una estrategia impecable: chocar de frente contra una tradición universal, atacando la base del argumento que la había sostenido hasta el momento. Todas las madres quieren lo mejor para sus hijos.



Después de ver esto, cualquiera anotaría a su hijo en el Instituto de lucha en el barro.

El problema es que en el mismo colectivo en el que viajan décadas de no levantes eso del piso, andá a saber quién anduvo por ahí, y levantate o te desnuco, van los andá a lavarte las manos, no juegues con la comida y usá el bidet.

Una persona grande puede ver el asterisco al final de la frase, la letra chica que explica de qué forma una falacia puede pasar como certeza. Un chico, no siempre. 

Así como nadie recuerda el logotipo de Gomina o cree que Band-aid es una marca de Curitas, puede llegar el día en el que la inocencia de los chicos sumada a sus ganas de desafiar la autoridad, los empuje a creer sinceramente que ensuciarse hace bien.

Ojo, es cierto que es muy divertido revolcarse en el pasto, jugar al cuerpo a tierra y tirarse abajo de un auto para ganar a las escondidas. Pero un comunicador profesional tiene que saber que el público define el código de comunicación. Las palabras se eligen pensando en quien las va a recibir. Cuando se escribe en el chat o cuando se responde a la pregunta amor, ¿cómo me queda?  

Y está bien. Se podrá discutir la responsabilidad social de los comunicadores. En definitiva, cada uno responderá a sus propios intereses. Lo que no se puede discutir es la enorme oportunidad que se presenta cada vez que se define un concepto que va a ser inyectado en la cabeza de las personas que miramos TV, leemos diarios y revistas, navegamos en Internet, vamos al cine y caminamos por la calle.

Una cosa es perderle el miedo a la suciedad y alejar a los padres de trastornos obsesivos compulsivos. En definitiva, es la misma lógica de las vacunas. Meter un poco del mal al cuerpo para que aprenda a destruirlo.

Otra bien diferente es la generalización arbitraria. Todo chico tiene derecho a estar bien. Ensuciarse hace bien. Entonces, todo chico tiene derecho a ensuciarse. Mamás, abuelas y pediatras del mundo, no rompan las pelotas.

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